El pasado martes os dejé una pregunta para meditar un rato.
La pregunta era esta, si bajaras a ese sótano con la luz fundida, ¿qué monstruo te daría más miedo enfrentar? (Aquí para leer la entrada completa).
Me despedí hasta el viernes, pero por cosas del fluir de la vida, el viernes no hubo entrada.
Hoy martes, sí.
Al lío.
Puedo adivinar que, los monstruos de la mayoría tienen mucho que ver con el miedo, la vergüenza y el dolor.
Y, como dice la siguiente cita:
Yo añado, porque aceptarse a uno mismo por completo es asumir que, a veces, no nos van a querer. Y eso señorxs, es insoportable para nuestra mente.
A fin de cuentas, durante cientos de miles de años hemos tenido que pertenecer para sobrevivir.
O pertenecías o te comía un dientes de sable.
O pertenecías o te morías de hambre si estabas enfermo para cazar.
O pertenecías o fin, se acabó, caput, finito.
Tiempos duros para estar solo por el mundo.
Por suerte, hoy en día podemos mandar a paseo a la gente sin necesidad de morirnos de hambre, peeerooo lo tenemos claveteado a fuego en el subconsciente.
Y, sorpresa, un giro de los acontecimientos, el subconsciente manda.
Pero Ainhoa, ¿no nos has dicho que la mente manda? Empiezas a volvernos locos…
Exacto, la mente manda, el ego manda, 10% consciencia 90% subconsciente y ¿quién creéis que tiene la última palabra, la parte pequeñita y racional o la parte grandota y completamente chalada?
De hecho, la ciencia ya ha demostrado que el 95% de nuestras acciones la toma nuestro cerebro chalado, atormentado, miedoso, cabezota y todo lo que “nosotros no somos” (porque nosotros somos muy racionales y no tenemos ningún problema) es decir, nuestro subconsciente.
Por eso, una y otra vez caemos en la misma trampa y hacemos las mismas gilipolleces.
Unos ejemplos mundanos: no escribo más a mi ex, mañana empiezo a comer sano o el lunes empiezo el gimnasio…
Desarrollo uno de los ejemplos…
Mañana empiezo a comer sano. Pero tu familia, amigos o pareja, lo mismo me da, son de los que les gusta cenar hamburguesa, pizza o unos fritos variados…
El primer día te pides una ensalada de pollo. La verdad que está rica, pero te pasas la cena escuchando que qué rara eres, que mira que gustarte la lechuga en vez de una doble cheeseburger con doble ración de patatas, que si esto o que si aquello.
En fin.
El primer día pasas, estas motivada, el sexto decides pedir una hamburguesa pequeña porque ya estás saturada de bromitas y al vigésimo cenas lo de siempre porque son tu familia, amigos o pareja y no quieres hacerles sentir mal.
Ejem.
Yo diría que son ellos los que no te han apoyado a ti, pero tú quieres pertenecer. Y ellos quieren que sigas perteneciendo.
También puede suceder lo contrario.
Quieres comer más sano y estás convencido. Así que dejas de quedar con ellos para cenar y empiezas a cenar solo en casa o con los nuevos amigos del gimnasio…
Y de la noche a la mañana te conviertes en un egoísta que solo piensa en sí mismo, un aburrido o un obsesionado de la comida.
¡Oh yeah!
La vida que quieres te va a costar la que tienes. ¿Os acordais?
Y, ¿qué tiene que ver todo esto con la sombra?
Pues mucho, porque si no trabajamos ese subconsciente y vamos sacando a la luz todo ese miedo, toda esa vergüenza y todo ese dolor, nunca nos acercaremos a la vida que queremos.
Dejaremos que los demás sueñen nuestra vida, que dicen los chamanes.
No se trata de mandar todo a la cacota, pero sí de realizar pequeñas acciones que sumadas nos vayan aportando luz.
Si sientes que siempre se repiten las mismas situaciones es porque no acabas de hacerlas frente, no acabas de pasarte la pantalla. Puedes pensar que sí, pero si vuelve a suceder es porque AÚN no lo has hecho.
Con el trabajo diario (en mi caso escribir y meditar, aquí donde os hablo de ello) llega un momento en que dices “acabáramos, mira lo que era, así que esta es la emoción que no acabo de aceptar” y ¡sorpresa! No vuelve a pasarte nunca más o por lo menos, lo llevas tan bien que ni le prestas atención.
A veces, incluso, rectificas sobre la marcha. Y está bien. Nadie ha dicho que haya que ser perfectos, con ser humanos ya tenemos bastante. Guiño, guiño.
Chaíto.
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