Iluminando mi sombra


Una vez más, alguien que te importa te pide un favor, pero esta vez todo es diferente. Dices que no.

Pero ¿qué ha pasado?

Pues mira, que me he dado de bruces con mi sombra y hasta aquí hemos llegado.

Espera Ainhoa, ¿qué has desayunado hoy? 

Lo mismo de siempre y un poco de luz en el desván de los traumas, decepciones y monstruos.

Oigo hasta la voz de alguna amiga diciendo eso de “estás fatal”. Pero no, justo hoy, no se trata de estar fatal, sino de estar genial.

La sombra. ¡Cuánto se habla de ella! ¿eh? Filósofos, psicólogos, astrólogos y hasta tarotistas (de los de verdad, no de los que predicen el futuro…) se hartan de hablarnos de ella y seguimos tal cual.

Y sí, he metido en el mismo grupo a todos esos y metería a alguno más. Lo espiritual no está reñido con lo material, ea, aunque el Racionalismo y la Iglesia te hayan hecho creer lo contrario. Por algo será. Chim pum.

Sigo.

Se la llama sombra por un único motivo, no se la ve.

Es como un ratoncillo por casa, parece que le ves por el rabillo del ojo, pero para cuando miras no está. 

Nuestra querida mente nos oculta esa sombra, como nos ocultaría a nosotros de la vista de un dientes de sable. Para ella, nuestra vida depende de ello. 

Así que, con un poco de mala suerte, pasaremos nuestra vida sin verla, o apenas un par de crisis de las que saldremos parcheados y listos para seguir como si nada.

No me extraña que a estas alturas las enfermedades mentales vayan ganando la batalla.

Pues mira, os contaba yo el miércoles que había estado mirando a las musarañas… ¡ja! Eso quería hacerme creer mi mente-ego, la muy perraca. (Aquí si no sabes de qué hablo).

Estaba yo mirando mi sombra, pero así de frente, como cuando miras algo tan iluminado que a tus ojos les cuesta enfocar, parece que hay algo, pero no lo tienes claro.

Y entonces, la mente te distrae con cualquier cosa que te relaja demasiado o te cabrea un montón.

Cualquier cosa para que los ojos no se acostumbren y vean.

AtxC

No sé si ha sido por la conjunción esta de Júpiter-Saturno en Tauro o porque ya estaba preparada que ¡zas! 

La madre qué parió a panete ¿en serio? 

Y lo ves.

Y no te lo puedes creer.

Lo niegas.

Lo sigues viendo.

Cagüen tó, que va a ser verdad.

Mejor no miro.

Pero ya no desaparece, has encendido la luz y por mucho que buscas el interruptor, no hay manera.

¿Puedes huir? Seguramente. Pero seguirá ahí hasta que decidas coger el plumero y sacar brillo.

Pues sí que había polvo por aquí ¿eh?, anda, mira lo que aparece debajo de las telarañas, ¡ozú! ¿esto también?

Y así, sacando brillo estoy.

Y no es fácil ¿eh? Tenemos tanta mierda acumulada que muchas veces no sabemos ni por dónde empezar.

Yo me imagino una casa como la de la gente esa de los programas de limpieza y orden… Está todo tan patas arriba que sólo pensar el por dónde empezar nos agobia tanto que, cerramos la puerta y no miramos.

Al final, todo es mucho más fácil.

¿Por dónde empiezo? Por lo que tenga más cerca.

Si quito lo que está más cerca, lo que estaba un poco más lejos estará más cerca, bueno, más cerca no, pero será mucho más fácil llegar porque no habrá nada delante.

Y ¿los monstruos? Bueno, piensa como en los de Monstruos S.A.

A veces, no son monstruos, sólo son diferentes.

Otras, sólo son personas normales con el mismo miedo que tú.

No sé si os gustan las películas de terror, pero hay una, “Mamá”, que he visto un par de veces y acabo siempre lloriqueando, porque al final, el monstruo no lo era tanto (y eso que era un fantasma con mala leche eh), pero, cuando se iluminaba la sombra, pues eso. No voy a desvelar nada, por si os apetece verla.

Aquí si queréis saber más de la peli.

En fin.

Viva la sombra iluminada y los pañuelos de papel y los cojines (por aquello de gritar a gusto y que los vecinos no piensen que te has vuelto aún más loca).

Y ¿qué podemos hacer para ver la sombra?

Cada persona es un mundo, no voy a ir yo ahora de gurú vendehumos que lo sabe todo.

Yo, personalmente, hago dos cosas. Ambas me resultan fundamentales y ambas las realizo todos los días.

Todos, hasta de resaca. Todos.

Una escribir. Escribir un diario ayuda mucho a seguir un hilo de pensamientos que normalmente no seguirías porque se esfumarían en el caos de la mente.

¿Qué no sabes por dónde empezar? Pues, nuevamente, por lo más cercano.

Si escribes por la mañana puedes comenzar por cómo has dormido y ya verás como vas tejiendo cosas.

Si escribes por la tarde, pues por qué te ha molestado tal o cual comentario de x persona, se me ocurre.

Dicen los expertos que preguntarse cosas cómo ¿para qué? también ayuda. Doy fe, que así es. No hay nada como un ¿para qué hago esto si me apetece menos que comer brócoli? para que se desvelen muchas cositas.

La segunda cosa que hago y, no menos importante, es meditar.

Hay días que cuesta la vida porque la mente no calla, es capaz de hacer la lista de la compra de las Navidades del 2037, porque tu sobrino tendrá 17 años y ya no comerá purés.

Pero no desistas, se trata de dejar que pase, respira y sigue.

Otros días, te quedarás dormido. Yo he llegado a cabecear en posición de meditación. Tampoco desistas. Eso es que la mente se ha relajado y no está acostumbrada, baja el estrés y zas, cabezadita.

Tú insiste, empieza por cinco minutos y ya irás mejorando la técnica.

Y aquí me despido.

Hoy me he puesto más intensa, lo sé. Pero tocaba.

Chaíto.

P.D. La foto de cabecera es de Aquí.

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