Primera nevada del invierno aquí en el pueblo.
¿Que cómo lo he vivido?
¿Os acordáis de la peli aquella, del Paco Martínez Soria, que iba del pueblo a la ciudad con una gallina en una cesta?
Pues igual, pero al revés.
Yo os cuento.
Todo comenzó la tarde del día 5 de enero, digo el mes por si hay algún despistado aún de Nochevieja.
Me encontraba yo esperando la Cabalgata de Reyes con una cervecina en la mano, porque lo contrario podía haber despistado a los Reyes y vete tú a saber dónde me hubieran dejado los regalitos. Y eso no podía pasar.
Continúo.
Me encontraba yo esperando tranquilamente, cuando la nieve y los Reyes llegaron a la vez. Y, una que es muy de ciudad, aunque naciera en un pueblo, salió emocionada en jersey a hacerse unas fotos. Porque otra cosa no, pero si hay que hacer fotos se hacen. Y si hay que salir en jersey nevando, se sale.
Y ya que estaba, pues me vi la cabalgata, que menos mal que era pequeñita porque si no, me ponen una zanahoria por nariz y de muñeco de nieve viviente…
Hasta aquí, todo más o menos normal. Ya veis.
Pero siguió nevando. Y nevando.
A la vista de que aquello iba a más, y que mi experiencia con la nieve es la misma que con la ingeniería de minas, vamos, cero patatero, decidí que una retirada a tiempo valía (y vale) más que mil victorias y, sobre todo, más que un culo dolorido.
Y allí iba yo para casa con un arte que parecía Charles Chaplin, pero en “escocio” y con botas de monte.
Dignidad Ainhoa, dignidad.
Madre mía del amor hermoso y de todos los santos no canonizados bebedores de cerveza (que sepáis que esta va a ser la frase del año, de momento).
Pena de foto.
Tengo que reconocer que, según iba avanzando por el camino, pues oye, una iba tomando confianza y sin mayor contratiempo llegó al calorcito de su hogar.
Y siguió nevando.
A la mañana siguiente abrí la puerta y, no sé quién estaba más emocionado, si los gatos locos o yo… oleee, que esponjoso y bonito estaba todo…
Hasta que los gatos empezaron a bajar las escaleras y viendo su habilidad felina, me dije “Ainhoa, coge un cartón y baja en trineo por el bien de tus posaderas”.
Que diréis, ¿no será mejor quitar la nieve? Si dices que estaba esponjosa, con una escoba zas, zas, escaleras limpias, impolutas.
Pues sí, pero me lo tuvieron que decir, porque a la Heidi de ciudad no se le había ocurrido. Ni que se podía quitar, ni que se podía hacer hielo.
A ver, esto es como cuando vives con tu madre, dejas la ropa sucia por ahí tirada y, vualá, aparece limpita y doblada en la habitación.
Pues yo debí pensar lo mismo.
Cierro la puerta y cuando salga, pues ya estará todo sin nieve, los pajaritos cantarán y la primavera habrá llegado.
Válgame.
En fin, que recibido el mensaje cogí mi escobita y al ritmo de la canción “así limpiaba yo así, así limpiaba yo”, dejé las escaleras como si no hubiera pasado nada.
Pero la nieve seguía ahí, la muy golfa no se iba a retirar tan fácilmente.
Así que me dije, “Ainhoa, has estado en la selva, aquí hay menos bichos, al lío”. Y ahí que me veis dando paseítos por el barrio para coger confi… hasta la casa del vecino, al contenedor a echar la basura, al garaje… Todo muy digno ¿eh? Como si lo hubiera hecho toda la vida.
Uy uy uy, que cogí la pala para despejar la puerta del garaje. ¡Qué orgullosa me sentí! Aunque seguramente los vecinos aún se están riendo de mi estilo. La verdad es, que la última vez que cogí una pala, era de plástico y estaba en la playa. Ahí lo dejo.
Sin enrollarme más, que ya me siento capacitada, sí, sí, como lo oís.
Ya puede venir Filomena que yo ya he aprobado primero de supervivencia en la nieve y, además, siempre me quedará gritar socorro por la ventana (guiño, guiño).
No os digo más que, tengo el coche aparcado en la nieve a la espera de terminar unos recados, profesional que es una.
Eso sí, cuando lo he sacado a través del hielo y la nieve y marcaba cinco bajo cero, me ha dicho muy amablemente que tuviera cuidado que podía haber hielo en la carretera, chispa tiene el jodío. Le voy a dar yo nieve, ahí a la fresca va a estar todo el día.
En fin, lo dicho, que a pesar de la falta de dignidad, he sobrevivido.
A la siguiente ya veremos.
Y antes de despedirme, os recuerdo que este viernes, fiel a mi compromiso, hay entradita de excursión, en este caso a Burón. Eso sí, no la leáis con hambre.
Y por si no sabéis de qué compromiso hablo, os dejo el enlace a la entrada y ahí podéis poneros al día.
Chaíto.