Llevo años queriendo vivir en un pueblo.
Toda la vida no, pero seguramente la mitad de ella.
Aquello de la paz y tranquilidad rural…
A ver, que yo soy de pueblo, pero es que mi “pueblín” cuando era pequeña tenía más de cincuenta mil habitantes y cuando me fui rondaba los veintisiete mil….
Vamos, que tranquilo, tranquilo, no es que sea. Intenta aparcar y me lo cuentas.
Y yo quería vivir en un pueblo, ver las montañas, oír los pajaritos…
Idílico (activar modo ironía).
Así que, aquí me vine, cual Heidi viejuna a intentar sobrevivir a la vida a los pies de la montaña.
Mi primer contacto con la vida rural, allí por el comienzo del verano, fueron los gallos del barrio.
Gallos en plan literal, no os vayáis a pensar eh, que el barrio es muy tranquilo, salvo por estos alborotadores mañaneros.
Imaginaros gallos en plan kikiriki desde las 5 de la mañana.
Porque otra cosa no, pero aquí, los gallos, madrugadores y tocapelotas, mucho.
Que a mí que canten a las 5 pues me da un poco igual, pero uno canta a las 5, otro a y media y otro, que es más dormilón, a las 7.
Luego toca batalla.
¿Quién cantará más alto y más fuerte?.
¿Quién será el más gallo de todos?.
Que bastante considerados son eh, que hasta que no se despierta Dormilón no empiezan la fiestuqui.
Pero a partir de ese momento he oído mariachis más discretos que ellos.
No pasa nada, porque una es de madrugar (este tema lo dejo para otro día), luego un poco de siesta y a tope.
¡JA!
A las 16:00, hora de la siesta de toda la vida, empieza la segunda ronda del “gallo más gallo del barrio”.
Bonito nombre para un nuevo reality.
Que yo me los imagino de una a cuatro echando siestuqui, picoteando grano y haciendo gárgaras para volver al lío con más garbo.
Una, otra cosa no, pero imaginación de sobra.
En aquellos primeros días veraniegos llegó un momento en el que me vi obligada a amenazarles desde la ventana con hacer caldo aunque estuviéramos a casi treinta grados.
Los vecinos, humanos, aún no lo han superado. Ahí lo dejo.
¿Funcionó? En absoluto. Ellos ganan, es su pueblo.
Ahora andan más silenciosos, con eso de que hace frío están más discretos, pero ha empezado una nueva batalla…
Bueno, que batallitas muchas, porque una que siempre ha sido muy fisna pues ahora anda con el chandalismo todo el día y acarreando sacos de pellets, me río yo del CrossFit ese.
Pero de esto y mucho más ya os iré contando en próximas entregas.
Chaíto.
Una respuesta a “Mi vida con un gallo o tres.”
Otro día tienes que tocar el tema Minos…