Un día por Burón


Aquí vuelvo, fiel a mi cita de los viernes donde os cuento mis aventuras por el mundo.

Tengo que decir que ya había estado en Burón, pero me flipó tanto que tenía que volver a ir, y no sólo por el pueblo sino por cómo se come en el Gure Txoko.

Burón en León, el Gure Txoko muy bien señalizado desde la carretera.

Aquí el enlace del Ayuntamiento para que os situéis y aquí el del restaurante.

El pueblo es una barbaridad, puedes correr de casa en casa diciendo “me la pido” o llorar en la puerta a ver si te adoptan. Vamos, que las casas más sencillas son “chaletes” adosados.

Y el entorno, increíble.

Si yo viviera en una casa de esas, no sé si haría algo más que mirar por la ventana. 

A ver, que hay casas viejitas para restaurar. Lo digo por si os gusta la idea y os vais a vivir al pueblo, para que os acordéis de quién os dio la idea y me invitéis a comer, ¿eh?.

Y ¿qué puedo decir de la comida? Si soy de Bilbao, la ostia (de Sestao, que no sé si es mejor o peor, pero que no se me enfade nadie por no nombrar mi pueblo).

De primero, pedimos para picar unos puerros en salsa de frutos secos, nos trajeron un plato con cuatro, aunque si nos traen 32, yo me como los 8 que me tocaban. Buenísimos. 

Como somos unos ansias y vaciamos el plato antes de que me acordara de la foto, pues eso. Os dejo el plato vacío y mi platín con puerro requeterico.

De segundo chuletón, 2,1 kg. Poco me pareció para cuatro, pero claro, hay que tener en cuenta que, aquí una servidora, bien puede haber sido un Tiranosaurux Rex en otra vida, o como diríamos de entre amigos “un dinosaurio de esos de manitas así”.

Yo no soy muy de carne, pero me pones una vaca y olvido mis principios y hasta mi nombre. 

Importante las manitas para que calculéis el tamaño, la mía la más pequeña. Manitas así.

Efectivamente, poco fue. A ver, que yo habría pedido otra, pero mis amigos que son menos dinosaurios de manitas así que yo, pues que igual mejor unas croquetas.

De boletus y chipirón tocó, con salsa de ali-oli. Para llorar de ricas.

El mantel hecho una marranada después de pasar la chuleta por la piedra esa.

Después de eso, postrecito.

A ver, yo normalmente me lo salto, no soy muy de dulce, peeeero, ya que me había comido unas croquetas un poco más de lactosa no me iba a matar.

Todo rico, rico. Doy fe porque metí la cuchara en todos los platos, la excusa de escribir la entradita, jijijiji.

Ya sé que sólo hay tres fotos, pero es que pedimos dos de pastel de queso. El de la foto es el mío, que cómo se puede apreciar ya había hecho un amago.

Y sí, el mantel está marrano, leer la letra pequeña, jijiji.

Se me olvidaba decir que también pedimos dos botellitas de vino, que había mucha carne que macerar. Un Ribera de Duero Prado Rey, muy rico también. No nos sobró ni por decir que nos había sobrado algo. No os voy a engañar.

Aunque la verdad, que sobrar, sobrar, sólo nos sobraron los huesos del chuletaco y poco, que ya me encargué yo de repañarlos.

Cafecito, chupito y 43,50€ por cabeza. Barato. Las cosas como son.

La atención muy buena, que no lo había dicho, pero también es importante. Aunque tengo que decir que no me hicieron caso cuando dije que poca carne iba a ser (guiño, guiño)

Así que muy recomendable.

Un plan perfecto para cualquier día, primero Riaño a tomar algo (otro día os cuento cositas), luego a comer y después paseíto por el pueblo para ayudar a la digestión y admirar las vistas. Os dejo unas imágenes para que os hagáis una idea.

Yo como siempre dando abrazos.

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Espero que os haya gustado y en quince días nos vemos, siempre que la nieve me deje dar un voltio, aunque una ya está muy capacitada (os lo cuento todo aquí). Y si no me deja, pues algo os contaré, igual de aquella vez que casi acabo siendo postre de caimán (en otra vida fue una vaca vengativa fijo, jiji).

Chaíto.

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